viernes, 2 de junio de 2017

Visigodos, y ermitaños en la Álava medieval

El reino visigodo de Toledo estuvo en conflicto casi permanente con los vascones. Éstos solían mandar expediciones de saqueo sobre las tierras llanas de Álava y Navarra (ricas por su agricultura y su ganadería ya desde Roma), lo que provocaba la reacción de la corte visigoda en forma de expediciones de control y castigo (hubo tantas por ambos bandos que no hay motivos para considerarlas nada importante militarmente hablando).
El rey Leovigildo se apodera finalmente de Pamplona y funda Vitoria (como baluarte para su empresa de controlar a los vascones). Amaya, Olite, y demás puntos estratégicos, no debieron de pasar de simples fortificaciones con escasa población y con una vida ciudadana poco desarrollada, que no justificaba en ellos la existencia de un obispado.
Las cosas cambian con la invasión musulmana de Hispania: la presión de la guerra hace que los hispanogodos se desplacen hacia el Norte y se instalen en lugares escondidos y fáciles de defender. Ya no se trataba de expediciones de castigo, sino de refugiados que huían, muchos por salvar la fe y la forma de vida romana.
Encontramos numerosos testimonios de monjes que huyen del Sur al Norte. Ya en el siglo VI el abad Donato se traslada del África del Norte a la Bética con monjes y biblioteca. Numerosos monasterios del Sur de la Península se instalan en Galicia y León. En 845 encontramos a San Eulogio de Córdoba visitando los monasterios del Pirineo. Entre los traslados debemos señalar el Obispado de Oca (obcenses), que se refugia en Valpuesta (enclave al interior de Álava). Lo mismo acontece con Calahorra que se traslada a Armentia (Álava).
Esta "invasión pacífica" se produce en el momento en que los moros se disponen a invadir la futura Vasconia. Pero de nuevo la débil frontera se establece en el Ebro.
Una vez pasado el peligro inminente, los hombres vuelven a la vida normal y tratan de edificar sus nuevos templos en condiciones bastante precarias.
A partir del siglo X todavía no existe el románico, pero tienen la necesidad de construir. En este tiempo en el Norte de la Península se construye mucho. En Álava se sigue la corriente de la iglesia visigoda: Ermita de San Julián y Santa Basilisa (en Zalduendo), Ermita de San Juan (en Araya), Ermita de San Juan (en Elburgo), etc.
Pero el arte visigótico no se ve limitado a los edificios de piedra, sino que se extiende a las antiguas cuevas e iglesias rupestres que van a ser re-ocupadas por estos monjes emigrados desde el Sur.
Estas iglesias rupestres tenían como misión cristianizar los cultos paganos animistas de fuentes, piedras, árboles, montes, ríos... como lo manda el Concilio de Toledo (año 693). Los propios musulmanes llamarían "mayus" (paganos, idólatras, politeístas) a estos pueblos del Norte de la península, a los que veían como salvajes poco romanizados.
Tenemos infinidad de ermitas levantadas sobre cuevas como San Adrián (Cegama), San Cipirio (Urkizu), San Esteban (Usurbil), San Elias (Araoz), San Valerio (Mondragón), Santi-Mamiñe (Kortezubi-Vizcaya).
En la misma época en que situamos estas iglesias rupestres, también en Leire, San Juan de la Peña, San Miguel de Aralar, etc. aparecen los primeros anacoretas cristianos. Podemos afirmar que en Álava nos encontramos ante el mayor complejo de iglesias rupestres de toda la Península y, quizás, de Europa.
Otro de los grandes centros de irradiación de este tipo de iglesias rupestres es San Millán de la Cogolla, en La Rioja. El municipio tomó su nombre del santo Millán, anacoreta que vivió del 473 al 574, creador de la comunidad mixta de eremitas que luego daría lugar a uno de los focos culturales más importantes de la época medieval en el sur de Europa (cuna del romance castellano y del euskera).
En una bula de 1199 por la que se concedían privilegios al monasterio de San Millán de la Cogolla aparece nombrado como "Coculla", que significa, "cerrillo, cima de monte". Es típico de lugares altos y con carácter defensivo, como corresponde a la época de la Reconquista.
Estas cuevas sirvieron a los monjes de los siglos VIII al IX, pero según avanzaba la Reconquista la tendencia se revierte: en el siglo XI, Valpuesta (Álava) se traslada a Burgos y Armentia (Álava) de nuevo a Calahorra. El obispado de Oca se trasladó a Valpuesta y ahora, ya la zona en calma, se establece en Burgos. Igualmente sucede con el obispado de Calahorra refugiado en Armentia y que ahora vuelve a su punto de origen.



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